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Monumento

Planos, columnas, crujías…
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Arquitectura

El edificio del Palacio se estructura con cuatro crujías dispuestas en torno a un patio central cuadrado al que se abre el corredor de madera sobre columnas de orden toscano, concepción espacial de tradición renacentista. Este caso, se vuelve a reflejar en la disposición de las crujías al exterior. Dos torres enmarcando la fachada y tramo central de matizada expresión barroca. El cuerpo central utiliza, de forma alternada, sillar y sillarejo sin enlucir.

En el tramo inferior vuelve a surgir el motivo de la arcada, que da paso a un amplio zaguán en el que convergen la puerta principal y otra lateral, enmarcadas por arco de medio punto y, algunas ventanas abocinadas hacia el interior.

La Capilla de Santa Ana es uno de los ejemplos más destacados que se darán en el S. XVII, comenzando en el año 1690 con la del palacio de Meres, puesta bajo la advocación de Nuestra Señora del Amparo. La planta original, del S. XVI, habría de tener capillas a uno y otro lado de la nave central, pues se las menciona en la escritura del contrato; sin embargo se debieron eliminar y tan sólo de la epístola, cubierta con crucería simple, que nos hace pensar en un elemento medieval preexistente, quizás primera capilla del palacio del S. XV, que incluso queda bien orientada, cosa que no sucede con la capilla mayor de la iglesia nuevamente construida.

El impulso de su construcción se debió al Marqués de La Paranza. Los trámites se rigieron por su hermano, abad de Santa María Real de Arbás, D. Francisco Argüelles Meres. Se contrató la obra con los arquitectos: Pedro Fernández Lorenzano y Pablo de Cubas Caballos, y Miguel de Sierra, los dos primeros ya muy conocidos por haber actuado en obras de interés en el Principado, y el último más desconocido por ese tiempo. Se concebía como iglesia parroquial aunque se hacía junto al palacio y de inmediato sería adosada a él por unas dependencias que lo ponían en comunicación directa con la parte alta del coro. La planta la envió desde Madrid el citado D. Antonio y tras su revisión por los arquitectos se hicieron sus condiciones de obra.

En ellas, como era usual, se habla principalmente de asuntos de puro valor constructivo y de materiales a usar, pero asimismo se acuerda utilizar el orden toscano, como así se hizo, realizar hundidos en los fuertes del crucero para colocar retablos y otros en el presbiterio para sepulcros, cosa que también se respetó; hacer dos sacristías a uno y otro lado de la capilla mayor (ahora una de ellas panteón) con pasadizo que las uniera y zona alta que sirviera de transparente (como la basílica de El Escorial), y por último cubrir los tramos de nave y crucero con bóveda de arista y el tramo central del crucero con media naranja (como en San Vicente de Oviedo, dice la escritura), cosa que no se llevó a cabo por usarse complicadas estrellas de diseño tarde gótico, algo que se iba a poner muy de moda en el primer tercio del S. XVIII, así como en Cantabria y Pais Vasco, y hasta el Asturias, Burgos y otras zonas del norte. Con esto se consiguió una vistosa construcción, amplia y sólida que se precede de fachada de cantería con portada flanqueada por dobles columnas y recias torres cuadradas en sus extremos que parecen querer suplir las inexistentes en el palacio.

En el exterior, una gran portada de concepción barroca en la que destacan dos columnas corintias sobre plinto enmarcada por molduras y orejas. Frisos con decoración vegetal, trozos de entablamento y cornisas de acusado movimiento, completan el conjunto, rematado por un frontón curvo y partido, además de pináculos y bolas.

Debemos puntualizar la labor de conservación realizada por los propietarios del palacio a lo largo de la historia, centrándonos en los hermanos Cores Uría, D. Joaquín y D. José Ramón,  arquitecto  y decorador respectivamente, y en la actualidad a sus familiares y descendientes, que supervisan y dirigen las obras de restauración y mantenimiento periódico.

Buen ejemplo de estas actuaciones de recuperación del bien patrimonial, son las llevadas a cabo en la Capilla de Santa Ana en el año 2022 cuando se descubrió el retablo en piedra policromada del año 1585, que se encuentra perfectamente conservado detrás del retablo barroco actual. Se dispone de un reportaje fotográfico para su disfrute, ya que dicha joya queda oculta. Así como en las obras de restauración ejecutadas en el año 2023, en las que se sacó a la luz el altar original de la primera capilla medieval construida en torno al año 1420.

El palacio siempre nos sorprenderá, en el mes de febrero de 2024 se ha recuperado un arco de piedra, de 3,5 metros de longitud, en la zona del “Huertín” supuestamente utilizado como entrada de carruajes.

Palacio de Meres: Premio 2019 y Premio 2023 por el mantenimiento y recuperación de una Casa Histórica, concedido por la Fundación de Casas Históricas y Singulares de España